Cómo puedo imaginar siquiera que hay un futuro en tus palabras? Las cosas están hace ya mucho tiempo truncadas, girando sobre una base inestable, desperdigando restos de tierra por todos lados, cayendo cruelmente al tablero, como si de una tómbola se tratase. De todos modos, ya no me divierte apostar.
Quién quisiera, no? Sentía ciertos atisbos de placer al ver como mis fichas amagaban caer sobre los números a los que les había otorgado el control sobre mis posesiones, aunque jamás haya ganado nada y todas aquellas hayan terminado en esas manos que ahora usas para señalarme como miserable, al tiempo que me tomas en tus brazos, como si de lástima se tratase, como si de asco se tratase.
- Cuánto tiempo ha pasado ya, cinco años?
- No lo se, quizás menos, quizás mas...
- Importa muy poco, en todo caso.
- Alguna vez siquiera ha importado algo de lo que hemos generado? Porque...
- Ciertamente si para mi, el problema no es ese, de todos modos.
- A qué te referís?
- La importancia que le he dado a lo gestado, el valor... no. Aquello no tiene valor alguno, aunque lo tenga para mi.
- Si lo tiene para vos, existe, y si existe, tiene valor.
- Es que ese es el problema, querida mía.
- No entiendo
- Para que ello tenga valor, yo debo sentirlo, y para sentirlo, debo existir
- Y cuál es el problema, entonces?
- Jamás he existido
Entonces los colores se funden todos en una suerte de negro que brilla, pero no existe. Pueden acaso todos admirarlo a la vez que se aterrorizan al chocar con la bella elección dicótoma de admirar algo que no ven, de escuchar algo que no oyen, de sentir con el corazón muerto, sin jamás dejar de escuchar como late con fuerzas, como rogando con fervor impaciente el querer existir. Y no lo dejan hacerlo.
Porque le he dado demasiado valor a tus colores, y los he tomado todos y cada uno de ellos, los que me ibas alcanzando cada vez que solicitaba uno de tus calores, y los he ido acumulando en una vieja vitrina que tengo siempre lejos, pero dentro de mi inmensa cárcel onírica, colocada lejos de cualquier alcance solo para poder torturarme viéndola, pero no tocándola. Viéndola llenarse lentamente de todos aquellos colores, sonriendo y azarandome al confirmar que todos ellos se iban abrazando, perdiendo mas rápida que lentamente su brillo y su calidez para brillar nuevamente con el vacío que ese bello negro le otorgaba a aquel añejo mueble, ahora vacío, y lleno a la vez.
- Es como si mi corazón fuese un agujero negro
- Tu corazón es el mas bello que he sentido latir jamás
- Jajaja, me sorprende que puedas escucharlo, a veces siento que debo esforzarme para lograr lo mismo, y no siempre puedo hacerlo.
- Pero late, puedo sentirlo, quizás, si tomas mi mano, puedas sentir lo que siento
- Se que es así, aquel día en el que nos vimos por última vez, fue también el día en el que sentí mi último latido
- Entonces, no querés tomarme la mano, no?
- No tiene caso, no quiero oír al vacío absorber lo poco que me queda.
- Te prometo que eso no va a suceder
- No, no puedo arriesgarme a eso.
- Por qué? Es tan fuerte ese vacío?
- Si, va a absorber lo que me queda, estoy seguro, y no puedo permitir eso. No quiero.
- Pero, no confías? No valgo para tu persona?
- Tu valor me duele...
- Por qué decís eso?
- Porque no eres nada para mi... y eres lo único que me queda.
Durante todos estos años, todas estas horas, minutos, segundos, milésimas de segundo, milésimas de dolor, solo pude preguntarme de manera cruel, por qué estaba aún allí, llenando mis pulmones con el mismo oxígeno que circundaba por los vacíos que habías dejado en mi habitación. No pude jamás acoplar todas esas dolorosas espinas en la corona que me habías colocado en el alma. No es que haya tenido intenciones de hacerlo, tampoco. Era feliz recordando esas sonrisas afinadas en Do mayor, como si las agujas del reloj se moviesen al ritmo de la música que nacía de las teclas golpeadas por un pianista sin rostro. Era feliz, realmente feliz, riéndome de aquellos momentos en los que el tiempo se frenaba, oportunamente, para dejarme tomar una fotografía de aquel chascarrillo que desencajaba con el color café que predominó siempre en aquellos arboles en otoño en nuestra plaza favorita, haciendo brillar todo con tu risa, con esa sonrisa que jamás va a morir en mi ya inexistente memoria.
Era feliz, realmente feliz, siendo un infeliz.
- No quiero sentirme culpable de tus penurias
- Oh, no lo hagas. No puede haber culpas, porque no hay penurias
- Pero, no... no puedo verte sin sentir que mi corazón se estruja de dolor. Estas vacío, y me duele
- El dolor es un cuchillo bien afilado que siempre va a estar sobre nosotros, como si estuviese atado a la cuerda mas fina, moviéndose siempre con nuestro andar.
- Y, ya ha caído sobre tu cabeza?
- Mucho peor, mi querida, ha caído frente a mi sin tocarme un solo pelo, y me ha quitado la posibilidad de volver a sentir dolor, por eso, no puedo permitir que te sientas culpable, porque puedo asegurarte con firmeza que aquí no hay dolor, solo hay un agujero negro, llevándose hasta la luz dentro de si.
- Quiero estar dentro de tu alma, entonces. Así, quizás recuperes un poco de color.
- No es necesario. Incluso siendo la nada misma, puedo sentirme vivo al mirarte, aunque sea solo por esta vez.
- Entonces... vas a volver a la oscuridad?
- No, no puedo volver
- Cómo que no podes?
- No, no puedo... jamás me he ido de allí.
- Pero estas acá, conmigo
- Si
- No entiendo
- No es necesario entenderlo
- Pero, es confuso...
- Lo se
- No puedes volver a la oscuridad
- No
- Y, este lugar... es la oscuridad?
- No
- Qué es la oscuridad, entonces?
- Tu eres la oscuridad...
- Y jamás te has ido...
- Jamás pude escapar...
Y las puertas, las monolíticas puertas de mármol y carbón se cierran. Jamás sabré si he quedado de un lado o del otro, y, sinceramente, no es algo que quiera saber. Me siento satisfecho sabiendo que puedo sellar ese pánico escénico en aquel sinfín de hiperquinéticos silencios que intercambiamos entre verbo y verbo. Cinco años. Quizás mas, quizás menos, no lo se, pero el tiempo ha pisado fuerte, y la poesía se ha recitado en mil recintos vacíos. Nunca pude tolerarlo. Nunca volveré a tolerarlo.
Ya no necesito volver a pintar al negro con negro, porque ya no necesito volver a abrir los ojos. Los puedo cerrar, abrazarme al viento y dejar que la melodía que decida ella tocar para mi, resuene por siempre en mis oídos. Voy a sonreír a cada nota, lo prometo.
Puedo desprenderme de mis sentidos, porque la lluvia ha apagado aquel cigarro a medio fumar que sostenía mi boca, avispandome, diciéndome que ya es hora. No, no hay tiempo, pero el tiempo ha llegado, y espera a que le muestre mi colección de negros colores, ansiosos también de dejarse destrozar por el tiempo.
Ansiaba dejar de preocuparme por esas banalidades que nos muestra como propias la mismísima existencia, pero gracias al tiempo, y tus manos que jamás me permitiría volver a tocar, he logrado enfocarme en la idea, y ya jamás necesitaré volver a repetirme estas tristes y duras palabras:
Soy real...
Soy real...
Soy real...
No, no necesitaré jamás volver a forzarme.
Porque soy feliz así, gracias al tiempo, de una vez por todas, pude ser feliz así, con vos y sin vos al mismo tiempo...
Feliz así... inexistiendo.
Anónimos
Aquellas pequeñas muestras de sentir, escritas bajo la nada y leídas por la voz de un completo desconocido.
16 enero, 2018
01 octubre, 2017
Días de mañanas, mañanas de cristal.
Mis días ya no son los mismos de antes. Ni mis mañanas
parecen querer empezar, ni mis noches parecen desear terminar, y aun así, sigo
haciendo esfuerzos increíbles día tras día por manejarlos, por mantenerlos
controlados y plantarle a la vida una sonrisa fulgurante, casi tatuada, como si
mostrase un “Todo está bien”. Una sonrisa que para nada refleja lo que siento. Y
se debe al llevar inenarrables horas en las que solo pude sentir a mi corazón
sepultado en el frío y la desidia más punzante que un pensamiento puede idear.
El bestiario de mi alma lleva desolado una eternidad.
Suena el despertador. No nos llevamos bien, pero no tenemos
mucha opción. Es otro día más que arranca con menos de cinco horas de sueño,
debido al malestar mental que me lleva a no poder conciliarlo sin antes repasar
cada segundo exacto de los momentos en los que sentí que estaba fragmentándome en
mil pedacitos.
Para hacerlo más gráfico, imagine usted a la más preciosa y
delicada figura de cristal, graciosa belleza desprende y se impregna en las
retinas de los más escépticos, y también se plantan en las perversiones de
aquellos que respiran maldad. Toma como única meta tomar aquella pieza de
delicado arte para arrojarla con vehemente impulso hacia el óxido del suelo,
cubierto de tristeza. Y entonces esa pieza se estrella, se desintegra contra el
suelo creando así un efecto realmente fascinante, en el cual se puede apreciar
a la pieza como si atravesara el suelo hacía otro plano, desprendiendo una
estela de polvo de cristal en su paso.
Y mis noches están repletas de esas piezas, las cuales,
cargadas de momentos, analizo en plena caída, y en slow motion, para verme y
proponerme descifrar el por qué.
¿Qué he hecho para que tanta maldad se aproveche de mis piezas?, o, dicho de otro modo, ¿En qué he fallado para que todo esto suceda?
¿Qué he hecho para que tanta maldad se aproveche de mis piezas?, o, dicho de otro modo, ¿En qué he fallado para que todo esto suceda?
Porque queda en evidencia que escultor y verdugo conviven en
armonía en el mismo envase que los concibe, más dicha armonía no puede
pregonarse a sí misma como la luz de que ilumina mis pensamientos, pero si como
el ruido que los atormenta.
Gracias a una atónita lucidez y a una sumisión
onírica casi total, no preciso tanto del despertador como en realidad debería:
siempre encuentro el camino al despabilamiento unos diez o quince minutos
antes.
Minutos que me guardo con recelo para entregárselos al
silencio total, al blanco mental absoluto y al misterio del tiempo, ese que
puede hacer que aquellos diez o quince minutos puedan durar horas en mis
silencios. Y ese silencio, es mi obsequio matutino para conmigo mismo;
incontables segundos aglomerados en una sucesión de existencias que no dan
lugar a nada más que la nada, y en donde no hay dolor, no hay sufrimiento, no
hay nada… y aun así, es todo para mí.
En un estado cuasi catatónico, y algo ligeramente molesto
(serían las primeras sensaciones del día) salgo del trance para empezar con las
primeras horas de la jornada; me alzo con el aseo de mi exterior, mis ropajes
se acomodan en mí, reacomodo mi rostro para blandir la recalcitrante sonrisa
diaria que todos creen ver en mí, y, ya frustrado con el universo y su entera
concepción, emprendo ese viaje una vez más.
El viaje diario al atelier que construí, a ese taller en
donde me arrojo a crearlas a ellas: preciosas, bellas, finas piezas de cristal…
el mismo cristal que esta noche pienso arrojar con vehemente impulso, y
lágrimas en los ojos, hacia el suelo.
02 de Octubre del año 2017. Buenos Aires. Argentina.
10 julio, 2017
Sentimientos en resumen, parte 1: Cerrar historia.
Las historias no se escriben a medida que se construyen, no son sino, consistentes. Estan sujetas a los miles de cambios que las emociones nos brindan, y es por eso que he tardado casi cinco años en escribir los siguientes párrafos. Recién en estos tiempos puedo sentir que la historia, finalmente, ha terminado. Y todo nace del recuerdo, y del eterno saber que tengo para conmigo mismo: siempre he estado solo, incluso cuando te tenía en mis brazos, cuando me tenías en los tuyos.
Estaba solo, incluso en tus brazos.
Y así, el dolor comenzaba a nacer...
Una mirada intensa, mas no se si sincera, se sucede a un beso con sabor a tabaco y miel, y a un abrazo de esos que reestructuran aquello que nunca estuvo roto, para romperlo en mi pedazos cual espejo batiéndose a duele, inevitablemente perdido, contra el suelo.
Y es así de duro caminar por ese mismo suelo, porque vamos con el conocimiento prematuro de que la sangre corre, y los pies descalzos no son buena combinación para el contexto. La parte mas dura del mismo es la obvia: ya toda mi constelación corpórea conocía de antemano los resultados, no estaban sujetos a cambio alguno. Ya la meta estaba cocinada, solo necesitaba a alguien que este dispuesto a alcanzarla para levantar el trofeo de la desgracia, cosa que ya había logrado una vez, y es por eso que sabía que, si lo volvía a intentar, iba a volver a ganar todo ese dolor.
Y lo volví a hacer.
Conocí esas pupilas en un momento realmente duro de mi caminar por estos suelos. Era joven y había tocado un fondo que, para mi pura ingenuidad, creía era el mas profundo abismo, sin saber que había mucho mas infierno por conocer. No pude negar a la luz que irradiaban sobre mi alma aquellos ojos, porque sentía que de verdad podían ver a través de mi ser, y creía que de verdad iba a aceptar a estas manos para sostenerla por la eternidad de su mortalidad. Un paroxismo total que no parecía tener revancha en ningún torneo. Pero nada que nazca de la oscuridad va a poder quedarse con un color sin oscurecerlo, porque esa es su naturaleza y a eso ha venido a este mundo. Di todo lo que he podido dar, y en menos de un año, empece a enloquecer sin darme cuenta. La presión en mi cabeza era realmente demoledora, porque no entendía que estaba sucediendo: yo intentaba construir y ella retiraba uno a uno los ladrillos, haciendome creer que en realidad los estaba colocando. Y yo fui ciego sin serlo, porque realmente creía que estaba construyendo, pero estaba viendo en vivo y en directo como retiraba esos ladrillos. Solo giraba, asustado, cuando se disponía a destrozarlos contra el suelo, siempre sonriente, porque me dolía mucho ver como mi esfuerzo era fragmentado, barrido y desechado. Habida fue ella, tomando todo lo que podía de mi, quedandoselo para devolver el envase vacío a una habitación totalmente oscura, donde la presión superaba a la de un agujero negro, dando lugar a una suerte de criadero de sensaciones horripilantes que germinaban rápidamente para quedarse con lo poco que que me quedaba de alma. Pero yo seguía ahí parado, con un pequeño estibo de razón que guardaba celosamente una foto tuya, por si todo aquel infierno que había vivido resultaba la llana imagen de un sueño, o mejor dicho, una muy mala pesadilla.
Nunca quise creerlo, no era ninguna pesadilla: yo estaba ahí, solo, mas solo que nunca en mi vida, mientras ella se retiraba hacia un futuro sin culpas, en donde la prosperidad se le mostraba alcanzable y no podía dejarla pasar. Ahí es cuando me di cuenta de que mi corazón bombeaba la sangre directo a sus manos, y ella la bebía sedienta, mientras yo moría desangrado. Ahí es cuando me di cuenta de que yo, en realidad, jamás le importe un poco. Ahí es cuando me di cuenta de la horrible verdad, de que siempre le había apostado a la nada en forma de esperanza, de que siempre había estado solo.
Y enloquecí.
Años negros se avistaban.
Y en ellos, la lenta re-estructuración de mi psiquis, bloque a bloque, paso a paso, en donde a un solo constructor se le encargó la construcción de un condominio completo, en donde la paga era aún mejor que todo el dinero del mundo: la tranquilidad de saber que era alguien.
Tortuoso fue el camino, duros fueron los pasos y no todos los pedazos de vidrio espejado y cortante pudieron ser retirados de mis pies, pero decidí conservar algunos para recordar siempre que el dolor no es eterno al menos que se lo busque de esa manera.
Luego de tanto caminar, pude decirme a mi mismo "lo estoy logrando, he encontrado un camino, solo debo allanarlo".
Lo que nunca noté, es que jamás me había puesto una meta real en todo ese allanamiento, y eso, desgraciadamente, me jugo la carta mas dura para el momento que se avecinaba, unos cuatro años después.
¿Cómo reaccionan los corazones que dicen estar sanados al ver nuevamente al cuchillo que los supo apuñalar? Yo no conozco una respuesta que no duela, pero si puedo afirmar que, cuando el corazón ya no late como antes, el dolor no se manifiesta, y uno solo puede decir que no quiere volver a sufrir, por lo cual se aleja.
Pero mi corazón fue necio, y no se alejó. Siendo aún mas estúpido, abrazó al cuchillo, y creyó en su dolor. Pero fue austero, y no abrió su amor como antes, brindando solo un poco de la luz que necesita un alma para brillar.
Sin embargo, esa luz alcanzó para hacer brillar su reluciente filo, filo sediento que se mostraba aún manchado con mi sangre, la que clamaba con euforia recuperar.
O por lo menos, eso creí yo.
Con el tiempo pude ver que ese filo, en realidad, estaba gastado y oxidado. Había intentado cortar mas de lo que podía realmente, y sufrió las debidas consecuencias.
Y yo abracé ese filo.
Es aquí cuando entra en juego la carrera que he vuelto a ganar: he vuelto a aceptar sus manos tomando las mías, y he vuelto a confiar en esos ojos; he vuelto a sentir el tabaco y la miel, y he vuelto a ser destruido en un abrazo. Estas cosas eran realmente inesperadas para mi, pero jamás pude quitarle la concentración a mi cabeza, que se empeño siempre en escuchar cada una de tus palabras, para, por primera vez en toda nuestra historia, reconocer que estabas siendo sincera: estabas sufriendo.
Luego de matarme, te han matado a ti, y curiosamente el único corazón que se dispuso a escucharte... fue aquel al cual le quitaste la vida. Jamás estuvo en tus metas volver a matarlo, pero la vida es bastarda y no iba a descansar hasta encarrilar todo lo que sobre falsas vías había corrido. Mi corazón revivió, y el tuyo le tuvo piedad, pero no estaba en sus planes abrazar al mío, como así tampoco quería perderlo, y allí es en donde aquel camino que había allanado, se transformo, sin darme cuenta, en el recorrido de la carrera que he vuelto a correr, sin siquiera saberlo, la misma que gané una vez.
La misma que he vuelto a ganar.
He vuelto a ganar la carrera, pero esta vez no iba a permitir que el dolor vuelva a aplastar mi universo. Mucho había sufrido antes por creerme muerto ante tu cosmos, pero no, no iba a volver a suceder.
No puede matarse a aquello que jamás ha estado vivo.
Y lo que construimos, o creímos construir, jamás ha existido. Tu vida jamás ha tenido un interés real en la mía, y la mía jamás ha existido.
Solo duelen.
Por eso, al ganar, me negué a levantar ese trofeo. Negué las desgracias en premio y, sabiendo que estaba muerto, me alejé sonriendo hacia la nada. Pero esta vez, no fue tu nada, ni la nada a la que me empujaste aquella vez.
Esta vez es mi nada, y para mi, mi nada lo es todo.
Absolutamente todo
Y ya no duele...
Estaba solo, incluso en tus brazos.
Y así, el dolor comenzaba a nacer...
Una mirada intensa, mas no se si sincera, se sucede a un beso con sabor a tabaco y miel, y a un abrazo de esos que reestructuran aquello que nunca estuvo roto, para romperlo en mi pedazos cual espejo batiéndose a duele, inevitablemente perdido, contra el suelo.
Y es así de duro caminar por ese mismo suelo, porque vamos con el conocimiento prematuro de que la sangre corre, y los pies descalzos no son buena combinación para el contexto. La parte mas dura del mismo es la obvia: ya toda mi constelación corpórea conocía de antemano los resultados, no estaban sujetos a cambio alguno. Ya la meta estaba cocinada, solo necesitaba a alguien que este dispuesto a alcanzarla para levantar el trofeo de la desgracia, cosa que ya había logrado una vez, y es por eso que sabía que, si lo volvía a intentar, iba a volver a ganar todo ese dolor.
Y lo volví a hacer.
Conocí esas pupilas en un momento realmente duro de mi caminar por estos suelos. Era joven y había tocado un fondo que, para mi pura ingenuidad, creía era el mas profundo abismo, sin saber que había mucho mas infierno por conocer. No pude negar a la luz que irradiaban sobre mi alma aquellos ojos, porque sentía que de verdad podían ver a través de mi ser, y creía que de verdad iba a aceptar a estas manos para sostenerla por la eternidad de su mortalidad. Un paroxismo total que no parecía tener revancha en ningún torneo. Pero nada que nazca de la oscuridad va a poder quedarse con un color sin oscurecerlo, porque esa es su naturaleza y a eso ha venido a este mundo. Di todo lo que he podido dar, y en menos de un año, empece a enloquecer sin darme cuenta. La presión en mi cabeza era realmente demoledora, porque no entendía que estaba sucediendo: yo intentaba construir y ella retiraba uno a uno los ladrillos, haciendome creer que en realidad los estaba colocando. Y yo fui ciego sin serlo, porque realmente creía que estaba construyendo, pero estaba viendo en vivo y en directo como retiraba esos ladrillos. Solo giraba, asustado, cuando se disponía a destrozarlos contra el suelo, siempre sonriente, porque me dolía mucho ver como mi esfuerzo era fragmentado, barrido y desechado. Habida fue ella, tomando todo lo que podía de mi, quedandoselo para devolver el envase vacío a una habitación totalmente oscura, donde la presión superaba a la de un agujero negro, dando lugar a una suerte de criadero de sensaciones horripilantes que germinaban rápidamente para quedarse con lo poco que que me quedaba de alma. Pero yo seguía ahí parado, con un pequeño estibo de razón que guardaba celosamente una foto tuya, por si todo aquel infierno que había vivido resultaba la llana imagen de un sueño, o mejor dicho, una muy mala pesadilla.
Nunca quise creerlo, no era ninguna pesadilla: yo estaba ahí, solo, mas solo que nunca en mi vida, mientras ella se retiraba hacia un futuro sin culpas, en donde la prosperidad se le mostraba alcanzable y no podía dejarla pasar. Ahí es cuando me di cuenta de que mi corazón bombeaba la sangre directo a sus manos, y ella la bebía sedienta, mientras yo moría desangrado. Ahí es cuando me di cuenta de que yo, en realidad, jamás le importe un poco. Ahí es cuando me di cuenta de la horrible verdad, de que siempre le había apostado a la nada en forma de esperanza, de que siempre había estado solo.
Y enloquecí.
Años negros se avistaban.
Y en ellos, la lenta re-estructuración de mi psiquis, bloque a bloque, paso a paso, en donde a un solo constructor se le encargó la construcción de un condominio completo, en donde la paga era aún mejor que todo el dinero del mundo: la tranquilidad de saber que era alguien.
Tortuoso fue el camino, duros fueron los pasos y no todos los pedazos de vidrio espejado y cortante pudieron ser retirados de mis pies, pero decidí conservar algunos para recordar siempre que el dolor no es eterno al menos que se lo busque de esa manera.
Luego de tanto caminar, pude decirme a mi mismo "lo estoy logrando, he encontrado un camino, solo debo allanarlo".
Lo que nunca noté, es que jamás me había puesto una meta real en todo ese allanamiento, y eso, desgraciadamente, me jugo la carta mas dura para el momento que se avecinaba, unos cuatro años después.
¿Cómo reaccionan los corazones que dicen estar sanados al ver nuevamente al cuchillo que los supo apuñalar? Yo no conozco una respuesta que no duela, pero si puedo afirmar que, cuando el corazón ya no late como antes, el dolor no se manifiesta, y uno solo puede decir que no quiere volver a sufrir, por lo cual se aleja.
Pero mi corazón fue necio, y no se alejó. Siendo aún mas estúpido, abrazó al cuchillo, y creyó en su dolor. Pero fue austero, y no abrió su amor como antes, brindando solo un poco de la luz que necesita un alma para brillar.
Sin embargo, esa luz alcanzó para hacer brillar su reluciente filo, filo sediento que se mostraba aún manchado con mi sangre, la que clamaba con euforia recuperar.
O por lo menos, eso creí yo.
Con el tiempo pude ver que ese filo, en realidad, estaba gastado y oxidado. Había intentado cortar mas de lo que podía realmente, y sufrió las debidas consecuencias.
Y yo abracé ese filo.
Es aquí cuando entra en juego la carrera que he vuelto a ganar: he vuelto a aceptar sus manos tomando las mías, y he vuelto a confiar en esos ojos; he vuelto a sentir el tabaco y la miel, y he vuelto a ser destruido en un abrazo. Estas cosas eran realmente inesperadas para mi, pero jamás pude quitarle la concentración a mi cabeza, que se empeño siempre en escuchar cada una de tus palabras, para, por primera vez en toda nuestra historia, reconocer que estabas siendo sincera: estabas sufriendo.
Luego de matarme, te han matado a ti, y curiosamente el único corazón que se dispuso a escucharte... fue aquel al cual le quitaste la vida. Jamás estuvo en tus metas volver a matarlo, pero la vida es bastarda y no iba a descansar hasta encarrilar todo lo que sobre falsas vías había corrido. Mi corazón revivió, y el tuyo le tuvo piedad, pero no estaba en sus planes abrazar al mío, como así tampoco quería perderlo, y allí es en donde aquel camino que había allanado, se transformo, sin darme cuenta, en el recorrido de la carrera que he vuelto a correr, sin siquiera saberlo, la misma que gané una vez.
La misma que he vuelto a ganar.
He vuelto a ganar la carrera, pero esta vez no iba a permitir que el dolor vuelva a aplastar mi universo. Mucho había sufrido antes por creerme muerto ante tu cosmos, pero no, no iba a volver a suceder.
No puede matarse a aquello que jamás ha estado vivo.
Y lo que construimos, o creímos construir, jamás ha existido. Tu vida jamás ha tenido un interés real en la mía, y la mía jamás ha existido.
Solo duelen.
Por eso, al ganar, me negué a levantar ese trofeo. Negué las desgracias en premio y, sabiendo que estaba muerto, me alejé sonriendo hacia la nada. Pero esta vez, no fue tu nada, ni la nada a la que me empujaste aquella vez.
Esta vez es mi nada, y para mi, mi nada lo es todo.
Absolutamente todo
Y ya no duele...
22 mayo, 2017
Los versos irreparables: Cuando responderle a la tragedia de tus versos oscurece un poco mas a mis ojos.
"Abre los ojos y mírame, que quiero verme una vez mas"
Abrir mis ojos, todavía pesados por el rezago del sueño, desde hace tiempo que ocupa el lugar de la tarea mas titanica a realizar en mis quehaceres diarios. Ellos ya han visto mucho silencio en forma de colores muertos, y se resignan en mi, al saber que no es suficiente peso el que cargan para poder instaurarse sus propias reglas, las que ellas llaman, dentro de mi cabeza, las reglas del descanso.
Es que han servido de espejos pulidos, reflejando siempre el frío que acaricia mi rostro con peculiar cinismo todas las mañanas; el vapor de mi aliento, aún caliente, en contraposición al frío que me envuelve, genera un brillo particular en ellos, un brillo en el que te agradaba verte reflejada, largando sonrisas esporádicas, siempre halagando a mi profundo azul.
Pero no solo han cumplido esa función, y lo sabes bien. Han hecho también de vías para caudales de lagrimas marcadas, cada una con un pequeño sentimiento, una pequeña canción, y un fragmento de color, de los colores muertos que tantas veces han tenido que soportar, todos enarbolados desde lo mas inaudito de tus palabras.
Ya no lo soportan. Ya no toleran tener que deleitarse con los planos mas bellos que jamas han visto; ya no pueden generarle a mi cerebro la imagen de aquellos ojos, los mas intensos que he conocido, aquellos gestos que tanto se han merecido todo mi tiempo, aquella sonrisa que me anestesiaba el alma.
Ya no quieren seguir viendo desde lejos lo que han apreciado tan de cerca, y no se como explicártelo, querida.
"Construyamos algo nuevo, algo simple. Reforcemos nuestros corazones... y sigamos"
No, no estamos construyendo algo, mucho menos reforzandolo, querida. Sólo estamos prolongando nuestra tragedia, reservándonos el llanto para mas adelante. Es inevitable, lo sabes incluso mejor que yo, por eso admiro que aún lo sigas negando: jamás en mi vida he visto tanta templanza en un ideal, tanto valor como para eliminar de las probabilidades todo aquello que, ya sabemos de antemano, va a suceder; jamás he visto a alguien negar la realidad con la confianza con la que lo hace tu persona.
Yo no puedo negar ese indice de probabilidades estadísticas que tiran absolutamente todo por la borda, porque en ese arrojo van incluidas todas mis sensaciones, mi amor propio y mis esperanzas, dejándome como a un simple envase vacío, sellado herméticamente para no volver a ser llenado con falsas ilusiones de un futuro imaginado.
"Caminemos juntos, aunque vayamos por diferentes caminos"
Ya no caminamos juntos, pero vamos hacia el mismo lugar. ¿Por qué te esfuerzas tanto en no dejarme elegir otro camino? Todas mis horas eran tuyas, y yo creía ciegamente que las tuyas eran mías, como me lo decías, pero tu reloj posaba campante en la muñeca de otro universo, mostrandose como trofeo ante el perenne cansancio de mis ojos, desorbitandolos en una triste espiral descendente de lagrimas pesadas que parecieran condimentar cada uno de tus pasos hacia la locura. Para tus ánimos, yo llevo años en un freezer.
Un futuro... Construí un futuro para los dos, sabiendo que iba a tener que llenarlo solo.
Desde un principio supe que no iba a sentir tus manos para siempre, y eso me ha dolido desde el conticinio de mi cuarto en invierno hasta el arrebol que sangra sobre mi en los veranos de todos estos años. Aún así, para no lastimar llagas, me he quedado callado.
Y ese silencio me atormentó durante años, porque me recordaba al negro, al mas muerto de los colores que pintaste en mi cara.
Quiero caminar lejos, aunque tenga que darle a mis ojos la tarea del llanto una vez mas; aunque deba sufrir al retirar la daga de mi carne, y aunque que lo pierda todo...
Se que voy a poder volver a sonreír
Y mis ojos no van a llorar mas.
"Las cosas pasan por algo, querido"
Las cosas no suceden por algo, querida
Las cosas duelen
Solo duelen.
Abrir mis ojos, todavía pesados por el rezago del sueño, desde hace tiempo que ocupa el lugar de la tarea mas titanica a realizar en mis quehaceres diarios. Ellos ya han visto mucho silencio en forma de colores muertos, y se resignan en mi, al saber que no es suficiente peso el que cargan para poder instaurarse sus propias reglas, las que ellas llaman, dentro de mi cabeza, las reglas del descanso.
Es que han servido de espejos pulidos, reflejando siempre el frío que acaricia mi rostro con peculiar cinismo todas las mañanas; el vapor de mi aliento, aún caliente, en contraposición al frío que me envuelve, genera un brillo particular en ellos, un brillo en el que te agradaba verte reflejada, largando sonrisas esporádicas, siempre halagando a mi profundo azul.
Pero no solo han cumplido esa función, y lo sabes bien. Han hecho también de vías para caudales de lagrimas marcadas, cada una con un pequeño sentimiento, una pequeña canción, y un fragmento de color, de los colores muertos que tantas veces han tenido que soportar, todos enarbolados desde lo mas inaudito de tus palabras.
Ya no lo soportan. Ya no toleran tener que deleitarse con los planos mas bellos que jamas han visto; ya no pueden generarle a mi cerebro la imagen de aquellos ojos, los mas intensos que he conocido, aquellos gestos que tanto se han merecido todo mi tiempo, aquella sonrisa que me anestesiaba el alma.
Ya no quieren seguir viendo desde lejos lo que han apreciado tan de cerca, y no se como explicártelo, querida.
"Construyamos algo nuevo, algo simple. Reforcemos nuestros corazones... y sigamos"
No, no estamos construyendo algo, mucho menos reforzandolo, querida. Sólo estamos prolongando nuestra tragedia, reservándonos el llanto para mas adelante. Es inevitable, lo sabes incluso mejor que yo, por eso admiro que aún lo sigas negando: jamás en mi vida he visto tanta templanza en un ideal, tanto valor como para eliminar de las probabilidades todo aquello que, ya sabemos de antemano, va a suceder; jamás he visto a alguien negar la realidad con la confianza con la que lo hace tu persona.
Yo no puedo negar ese indice de probabilidades estadísticas que tiran absolutamente todo por la borda, porque en ese arrojo van incluidas todas mis sensaciones, mi amor propio y mis esperanzas, dejándome como a un simple envase vacío, sellado herméticamente para no volver a ser llenado con falsas ilusiones de un futuro imaginado.
"Caminemos juntos, aunque vayamos por diferentes caminos"
Ya no caminamos juntos, pero vamos hacia el mismo lugar. ¿Por qué te esfuerzas tanto en no dejarme elegir otro camino? Todas mis horas eran tuyas, y yo creía ciegamente que las tuyas eran mías, como me lo decías, pero tu reloj posaba campante en la muñeca de otro universo, mostrandose como trofeo ante el perenne cansancio de mis ojos, desorbitandolos en una triste espiral descendente de lagrimas pesadas que parecieran condimentar cada uno de tus pasos hacia la locura. Para tus ánimos, yo llevo años en un freezer.
Un futuro... Construí un futuro para los dos, sabiendo que iba a tener que llenarlo solo.
Desde un principio supe que no iba a sentir tus manos para siempre, y eso me ha dolido desde el conticinio de mi cuarto en invierno hasta el arrebol que sangra sobre mi en los veranos de todos estos años. Aún así, para no lastimar llagas, me he quedado callado.
Y ese silencio me atormentó durante años, porque me recordaba al negro, al mas muerto de los colores que pintaste en mi cara.
Quiero caminar lejos, aunque tenga que darle a mis ojos la tarea del llanto una vez mas; aunque deba sufrir al retirar la daga de mi carne, y aunque que lo pierda todo...
Se que voy a poder volver a sonreír
Y mis ojos no van a llorar mas.
"Las cosas pasan por algo, querido"
Las cosas no suceden por algo, querida
Las cosas duelen
Solo duelen.
23 abril, 2017
Carta vigésimo primera: Aquel reloj roto.
No logro
concebirlo, no hay forma; no tiene sentido imaginarlo y, de igual modo, sigo intentándolo,
en vano. No puedo imaginarte a mi lado, no quiero volver a ser aplastado por
todas esas sensaciones inconmensurables y etéreas que apuntan directo a mi
pecho, por el dolor de lo que alguna vez quiso ser y no fue.
Pero me es
aún más aterrador y doloroso escucharte, hablarte, saludarte y despedirte;
soportar ser algo que jamás quise… tu amigo.
He cargado
lo nuestro con todos los sentimientos que he podido generar, cada uno más
acendrado que el anterior, por lo que no miento cuando te digo que en mi vida
he amado más a alguien, y allí es donde acepto que el error es mío, porque soy
yo el que no puede alejarse de la suavidad de tu rostro, el que nunca más
volvería a acariciar; del calor de tu manos que ya no puedo tomar; del color,
del calor de tus labios, sabiendo que jamás volvería a besarlos.
Y aquí
estoy, fiel a lo que más me lastima, cuidándote las espaldas, amando cada letal
sonrisa, agonizando tras cada dulce palabra, llorando cada vez que reímos
juntos.
Déjame
explicarlo de este modo: cada segundo en mi existencia funciona como un
engranaje de una máquina de precisión Suiza, un reloj roto que, testarudo, jamás ha dejado de mover sus manecillas, empujando cada segundo de mi tiempo natural hacia un abismo de oscuridad desde el cual solo se puede ver hacia arriba, en donde esta cadena de engranajes mal aceitados, se fuerzan entre si, generando una suerte de perfección mecánica que mueve, y mueve, y mueve a las horas, encaminando cada pensamiento, cada
oración, cada aliento sin omisión alguna hacia los recuerdos, los mas preciados recuerdos que tengo,
atesorados con celosa guardia, de tu sonrisa.
Y aquello me
desmorona con cada imagen.
No hay una
sola concepción resiliente, no podes darte cuenta de eso, ¿no?, Día tras día me
esfuerzo ciegamente en tomar de tus manos aquella amistad que me ofreces, en
agarrarla fuertemente y pretender no soltarla, sin saber que ella tiene espinas
muy afiladas como cuchillas ponzoñosas, inyectándome su veneno más letal a cada
esfuerzo de presión: amor, el que nunca tuve.
Me vuelvo
loco de felicidad cada vez que te veo, mientras muero un poco más por dentro, y
me desespero casi de forma superflua cuando me despido de vos, sabiendo que en
realidad estoy respirando aliviado, y a la vez atormentado porque sé muy bien
que allí comienza un terror que lleva atormentándome desde hace rato.
Y todos los
días finalizan igual: un abrazo, un beso en la mejilla, un saludo, y una
caminata que se interrumpe momentáneamente para escuchar unas pocas palabras más,
seguidas de un “te quiero”, son el comienzo del inevitable colapso mental
realmente tormentoso cuya intensidad se incrementa paso a paso, elucubrando
miles de teorías locas para volver el tiempo atrás, en los días en los que el
calor llovía sobre nuestras cabezas y mostraba tus iridiscentes ojos mirándome,
pidiéndome que no suelte mis brazos de vos, fusionándonos en esos abrazos que
duraban eones en un segundo me motivaban a derribar cualquier pared para seguir
tomando tus manos por el resto de la eternidad… en vano, puesto que, casi al
instante, recuerdo tus intenciones, y la realidad que construías solo para vos,
en la que yo jamás podría haber estado, quizás porque te interrumpía, o quizás porque
siempre fui un pasajero en tu vida. Paso a paso me hundo más y más en la
tristeza, y desespero al punto de soltar lágrima tras lagrima, dejándolas bailar
en la palidez de mi rostro, como un pequeño huracán que nace y muere fríamente unas ocho cuadras luego.
Ya no puedo
sostener esto, ya no puedo manejarlo; estoy enloqueciendo porque te sigo amando
y me voy desarmando a medida que el tiempo ahoga.
¿Pero cómo
ahogar a un corazón que ya no late hace años? Solo tu existencia puede
devolverle el rojo a mi corazón.
Y solo tu
existencia puede terminar de matarlo.
Por eso,
quiero, no, debo alejarme de tu existencia. Porque aunque el dolor que me
generará será el más intenso que jamás he sentido…
Lejos de vos…
Podré, aunque sea, intentar volver a nacer…
30 marzo, 2017
Carta vigésima: De cuando un punto es un final.
A quien supo reconstruirme cuando ya me habían reducido a escombros.
Jugué a las cartas con ella durante mucho tiempo, cantando los resultados para verlos ganar la partida, sin jamás tener en cuenta que estaban jugando contra mi, deseosos de verme aplastado, deshecho, desnudo.
He apostado a mi integridad, habiéndola blindado contra todo, incluso contra sus pensamientos, por lo que siempre me he visto en horas de sonreír ante todo, por mas miserable que me sienta por dentro.
Me he desnudado ante el amor una vez mas, esperando que ella me cubra del frío de la soledad, pero he sido desollado sin la mas mínima piedad alguna, y he visto como disfrutaban hacerlo...
Y aún así he vuelto a ofrecer mis brazos.
Me he dejado pisotear por los zapatos mas pesados, esos a los cuyos cordones que yo mismo ayude a atar en su momento, se desataban para ahogarme, para dejarme sin aire y morir lentamente en vida.
Y no he reprochado mi muerte, solo la he prolongado para seguir atando esos cordones, que nunca dejaron de desatarse y jamás perdieron el apetito por mi cuello.
Los he apoyado a crecer y a unirse para destruir esas paredes que los detenía, sin imaginar que del otro lado estaba yo, vulnerable, siendo objeto y blanco principal a eliminar en la unidad que he formado.
He abierto las puertas que bloqueaban sus caminos para que me las cierren en la cara, y he ofrecido las llaves de mis aposentos para que me dejen en la nada.
Y aún así, siempre habrá una taza caliente de café en mi sala para quien desee compartir conmigo sus planes para destruirme.
He hecho, y he sido deshecho.
Pero sin embargo, he tocado los limites que mi propia cordura me ha sabido imponer. Y eso no quiere decir que el dolor y la miseria que he acumulado tras tantos años de esfuerzo pierdan su valor, porque he sido en boca de todos aquella impetuosa bocanada de aire que luego revertiría en mi nombre, porque esta vez es distinto...
Es que esta vez me he quedado solo.
Ya nadie intenta desintegrarme, porque he puesto mis ojos sobre la dirección en la que apuntas los tuyos. He puesto mis palabras sobre las impresiones que me has impreso. He puesto mi corazón sobre la luz que me has mostrado
Y es increíble como me he recargado de esperanzas con solo leer algunas de tus palabras, una mas vacía que la otra, llenándome de aromas que solo existen en los valles oníricos, en donde manifiesto mis desesperadas ganas de tomar tus manos, de pedirte, por favor, que me salves la vida.
Y nuevamente he vuelto a ser, a ser para que seas, a ser para que crezcas, a ser para que veas que el sol puede brillar, pero jamás lo hará mas que tus ojos, ser para que sientas que no hay seda mas suave que tu piel, ni calidez mas fría que tus palabras, que rápidamente han construido un camino siniestro hacia el sur, puesto frente a mis ojos...
Para ver como lentamente te alejas sin acusar señal alguna.
He vuelto a creer, incrédulo, en dejar mi miseria de lado, y he generado soledad a cambio.
Y ya no lo soporto.
¿Qué diablos estoy haciendo con mi vida? ¿Por qué no puedo quitar tu imagen de mis recuerdos? ¿Qué necesito para desaparecer de una vez por todas?
Ya no puedo seguir
Ya no quiero seguir
Ya no puedo tolerar ser y no ser, creer en descreer, esperanzarse en la desesperanza y apagarme lentamente ante la brisa que sopla en la orilla del río que tanto amabas transitar en mi cabeza. Ya no puedo seguir pavimentando este camino a mi inanidad, ni quiero seguir esforzándome en aplastar mi cabeza.
Por favor, oye mis palabras, toca mi alma una vez mas...
Te necesito, y es por eso...
Que quiero que te vayas para no volver a verte jamás...
Y así poder desaparecer en paz.
30 de Marzo del año 2017, Quilmes, Buenos Aires, Argentina.
01 marzo, 2017
Carta decimonovena: Las cosas que ya han terminado no deben volver a terminar.
Siempre que paso por aquel parque tiendo a recordar quienes éramos, quien eras, quien fui, qué fui, quienes creíamos que éramos. Una mano tomaba a la otra y el tiempo se iba, no planeaba regresar en largo rato, y sin tomarlo en cuenta, lo esperaba cual incrédulo en desgracia.
Ahora, sin caer en las mentiras, jamás pensé en volver a ver esas manecillas moverse a través de la madera redonda, clavada en la pared como si fuese a propósito, para que me mire fijo por siempre, pero sin embargo aquí estamos, el tiempo… y nosotros.
No entiendo muy bien las cosas, el reloj no planea romperse, pero yo no lo quiero ver, ¿o acaso tus ojos si quieren verlo? No puedo volver a imaginar en la dureza de tus suaves palabras si conozco el precio que debo pagar por ello, y la calidez que siempre anhele hasta poder sentirla empezó ya a quemarme.
No voy a negar que sonriera, y que cada risa fuera pura, gestando sonrisas que envidio hoy de mi propio pasado, temiendo recordarlas con su consecuente, y el triste desenlace tendiéndome a en la nada, mirando fijamente como, paso a paso, recalas en los éxitos que cosechaste, abandonando mi alma a los lobos.
Por eso es que no comprendo, no entiendo por qué tus manos se acercan nuevamente, toman las mías y me invitan a volar, si ambos sabemos muy bien que no tenemos alas, y que lo único que podemos esperar es estrellarnos contra la realidad.
Realidad que construiste para nosotros, para mí, hace tiempo, realidad de la cual decidiste salir, y a la cual pretendes regresar.
Entonces el reloj frenó su accionar, y todo se puso negro, dejando que la oscuridad que tanto disfrutabas vuelva a consumirlo todo: jamás tuviste intención de tomar mis manos, quería que tome las tuyas, te levante y te vuelva a empujar fuera de mi realidad, de nuestra realidad.
Lamento las condiciones, entonces
Porque yo ya no soy real.
La Plata, Argentina. 2016.
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