16 enero, 2018

En el vacío de aquellos bellos colores que ya no brillan, puedo vivir siendo nada.

Cómo puedo imaginar siquiera que hay un futuro en tus palabras? Las cosas están hace ya mucho tiempo truncadas, girando sobre una base inestable, desperdigando restos de tierra por todos lados, cayendo cruelmente al tablero, como si de una tómbola se tratase. De todos modos, ya no me divierte apostar.
Quién quisiera, no? Sentía ciertos atisbos de placer al ver como mis fichas amagaban caer sobre los números a los que les había otorgado el control sobre mis posesiones, aunque jamás haya ganado nada y todas aquellas hayan terminado en esas manos que ahora usas para señalarme como miserable, al tiempo que me tomas en tus brazos, como si de lástima se tratase, como si de asco se tratase.


- Cuánto tiempo ha pasado ya, cinco años?
- No lo se, quizás menos, quizás mas...

- Importa muy poco, en todo caso.
- Alguna vez siquiera ha importado algo de lo que hemos generado? Porque...
- Ciertamente si para mi, el problema no es ese, de todos modos.
- A qué te referís?
- La importancia que le he dado a lo gestado, el valor... no. Aquello no tiene valor alguno, aunque lo tenga para mi.

- Si lo tiene para vos, existe, y si existe, tiene valor.
- Es que ese es el problema, querida mía.
- No entiendo
- Para que ello tenga valor, yo debo sentirlo, y para sentirlo, debo existir
- Y cuál es el problema, entonces?
- Jamás he existido


Entonces los colores se funden todos en una suerte de negro que brilla, pero no existe. Pueden acaso todos admirarlo a la vez que se aterrorizan al chocar con la bella elección dicótoma de admirar algo que no ven, de escuchar algo que no oyen, de sentir con el corazón muerto, sin jamás dejar de escuchar como late con fuerzas, como rogando con fervor impaciente el querer existir. Y no lo dejan hacerlo.
Porque le he dado demasiado valor a tus colores, y los he tomado todos y cada uno de ellos, los que me ibas alcanzando cada vez que solicitaba uno de tus calores, y los he ido acumulando en una vieja vitrina que tengo siempre lejos, pero dentro de mi inmensa cárcel onírica, colocada lejos de cualquier alcance solo para poder torturarme viéndola, pero no tocándola. Viéndola llenarse lentamente de todos aquellos colores, sonriendo y azarandome al confirmar que todos ellos se iban abrazando, perdiendo mas rápida que lentamente su brillo y su calidez para brillar nuevamente con el vacío que ese bello negro le otorgaba a aquel añejo mueble, ahora vacío, y lleno a la vez.


- Es como si mi corazón fuese un agujero negro
- Tu corazón es el mas bello que he sentido latir jamás
- Jajaja, me sorprende que puedas escucharlo, a veces siento que debo esforzarme para lograr lo mismo, y no siempre puedo hacerlo.
- Pero late, puedo sentirlo, quizás, si tomas mi mano, puedas sentir lo que siento
- Se que es así, aquel día en el que nos vimos por última vez, fue también el día en el que sentí mi último latido
- Entonces, no querés tomarme la mano, no?
- No tiene caso, no quiero oír al vacío absorber lo poco que me queda.
- Te prometo que eso no va a suceder
- No, no puedo arriesgarme a eso.
- Por qué? Es tan fuerte ese vacío?
- Si, va a absorber lo que me queda, estoy seguro, y no puedo permitir eso. No quiero.
- Pero, no confías? No valgo para tu persona?
- Tu valor me duele...
- Por qué decís eso?
- Porque no eres nada para mi... y eres lo único que me queda.


Durante todos estos años, todas estas horas, minutos, segundos, milésimas de segundo, milésimas de dolor, solo pude preguntarme de manera cruel, por qué estaba aún allí, llenando mis pulmones con el mismo oxígeno que circundaba por los vacíos que habías dejado en mi habitación. No pude jamás acoplar todas esas dolorosas espinas en la corona que me habías colocado en el alma. No es que haya tenido intenciones de hacerlo, tampoco. Era feliz recordando esas sonrisas afinadas en Do mayor, como si las agujas del reloj se moviesen al ritmo de la música que nacía de las teclas golpeadas por un pianista sin rostro. Era feliz, realmente feliz, riéndome de aquellos momentos en los que el tiempo se frenaba, oportunamente, para dejarme tomar una fotografía de aquel chascarrillo que desencajaba con el color café que predominó siempre en aquellos arboles en otoño en nuestra plaza favorita, haciendo brillar todo con tu risa, con esa sonrisa que jamás va a morir en mi ya inexistente memoria.
Era feliz, realmente feliz, siendo un infeliz.


- No quiero sentirme culpable de tus penurias
- Oh, no lo hagas. No puede haber culpas, porque no hay penurias
- Pero, no... no puedo verte sin sentir que mi corazón se estruja de dolor. Estas vacío, y me duele
- El dolor es un cuchillo bien afilado que siempre va a estar sobre nosotros, como si estuviese atado a la cuerda mas fina, moviéndose siempre con nuestro andar.
- Y, ya ha caído sobre tu cabeza?
- Mucho peor, mi querida, ha caído frente a mi sin tocarme un solo pelo, y me ha quitado la posibilidad de volver a sentir dolor, por eso, no puedo permitir que te sientas culpable, porque puedo asegurarte con firmeza que aquí no hay dolor, solo hay un agujero negro, llevándose hasta la luz dentro de si.
- Quiero estar dentro de tu alma, entonces. Así, quizás recuperes un poco de color.
- No es necesario. Incluso siendo la nada misma, puedo sentirme vivo al mirarte, aunque sea solo por esta vez.
- Entonces... vas a volver a la oscuridad?
- No, no puedo volver
- Cómo que no podes?
- No, no puedo... jamás me he ido de allí.
- Pero estas acá, conmigo
- Si
- No entiendo
- No es necesario entenderlo
- Pero, es confuso... 
- Lo se
- No puedes volver a la oscuridad
- No
- Y, este lugar... es la oscuridad?
- No
- Qué es la oscuridad, entonces? 
- Tu eres la oscuridad...
- Y jamás te has ido...
- Jamás pude escapar...


Y las puertas, las monolíticas puertas de mármol y carbón se cierran. Jamás sabré si he quedado de un lado o del otro, y, sinceramente, no es algo que quiera saber. Me siento satisfecho sabiendo que puedo sellar ese pánico escénico en aquel sinfín de hiperquinéticos silencios que intercambiamos entre verbo y verbo. Cinco años. Quizás mas, quizás menos, no lo se, pero el tiempo ha pisado fuerte, y la poesía se ha recitado en mil recintos vacíos. Nunca pude tolerarlo. Nunca volveré a tolerarlo.
Ya no necesito volver a pintar al negro con negro, porque ya no necesito volver a abrir los ojos. Los puedo cerrar, abrazarme al viento y dejar que la melodía que decida ella tocar para mi, resuene por siempre en mis oídos. Voy a sonreír a cada nota, lo prometo.
Puedo desprenderme de mis sentidos, porque la lluvia ha apagado aquel cigarro a medio fumar que sostenía mi boca, avispandome, diciéndome que ya es hora. No, no hay tiempo, pero el tiempo ha llegado, y espera a que le muestre mi colección de negros colores, ansiosos también de dejarse destrozar por el tiempo.
Ansiaba dejar de preocuparme por esas banalidades que nos muestra como propias la mismísima existencia, pero gracias al tiempo, y tus manos que jamás me permitiría volver a tocar, he logrado enfocarme en la idea, y ya jamás necesitaré volver a repetirme estas tristes y duras palabras:



Soy real...

Soy real...

Soy real...




No, no necesitaré jamás volver a forzarme.

Porque soy feliz así, gracias al tiempo, de una vez por todas, pude ser feliz así, con vos y sin vos al mismo tiempo...

Feliz así... inexistiendo.

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