10 julio, 2017

Sentimientos en resumen, parte 1: Cerrar historia.

Las historias no se escriben a medida que se construyen, no son sino, consistentes. Estan sujetas a los miles de cambios que las emociones nos brindan, y es por eso que he tardado casi cinco años en escribir los siguientes párrafos. Recién en estos tiempos puedo sentir que la historia, finalmente, ha terminado. Y todo nace del recuerdo, y del eterno saber que tengo para conmigo mismo: siempre he estado solo, incluso cuando te tenía en mis brazos, cuando me tenías en los tuyos.

Estaba solo, incluso en tus brazos.

Y así, el dolor comenzaba a nacer...

Una mirada intensa, mas no se si sincera, se sucede a un beso con sabor a tabaco y miel, y a un abrazo de esos que reestructuran aquello que nunca estuvo roto, para romperlo en mi pedazos cual espejo batiéndose a duele, inevitablemente perdido, contra el suelo. 
Y es así de duro caminar por ese mismo suelo, porque vamos con el conocimiento prematuro de que la sangre corre, y los pies descalzos no son buena combinación para el contexto. La parte mas dura del mismo es la obvia: ya toda mi constelación corpórea conocía de antemano los resultados, no estaban sujetos a cambio alguno. Ya la meta estaba cocinada, solo necesitaba a alguien que este dispuesto a alcanzarla para levantar el trofeo de la desgracia, cosa que ya había logrado una vez, y es por eso que sabía que, si lo volvía a intentar, iba a volver a ganar todo ese dolor.

Y lo volví a hacer.

Conocí esas pupilas en un momento realmente duro de mi caminar por estos suelos. Era joven y había tocado un fondo que, para mi pura ingenuidad, creía era el mas profundo abismo, sin saber que había mucho mas infierno por conocer. No pude negar a la luz que irradiaban sobre mi alma aquellos ojos, porque sentía que de verdad podían ver a través de mi ser, y creía que de verdad iba a aceptar a estas manos para sostenerla por la eternidad de su mortalidad. Un paroxismo total que no parecía tener revancha en ningún torneo. Pero nada que nazca de la oscuridad va a poder quedarse con un color sin oscurecerlo, porque esa es su naturaleza y a eso ha venido a este mundo. Di todo lo que he podido dar, y en menos de un año, empece a enloquecer sin darme cuenta. La presión en mi cabeza era realmente demoledora, porque no entendía que estaba sucediendo: yo intentaba construir y ella retiraba uno a uno los ladrillos, haciendome creer que en realidad los estaba colocando. Y yo fui ciego sin serlo, porque realmente creía que estaba construyendo, pero estaba viendo en vivo y en directo como retiraba esos ladrillos. Solo giraba, asustado, cuando se disponía a destrozarlos contra el suelo, siempre sonriente, porque me dolía mucho ver como mi esfuerzo era fragmentado, barrido y desechado. Habida fue ella, tomando todo lo que podía de mi, quedandoselo para devolver el envase vacío a una habitación totalmente oscura, donde la presión superaba a la de un agujero negro, dando lugar a una suerte de criadero de sensaciones horripilantes que germinaban rápidamente para quedarse con lo poco que que me quedaba de alma. Pero yo seguía ahí parado, con un pequeño estibo de razón que guardaba celosamente una foto tuya, por si todo aquel infierno que había vivido resultaba la llana imagen de un sueño, o mejor dicho, una muy mala pesadilla. 
Nunca quise creerlo, no era ninguna pesadilla: yo estaba ahí, solo, mas solo que nunca en mi vida, mientras ella se retiraba hacia un futuro sin culpas, en donde la prosperidad se le mostraba alcanzable y no podía dejarla pasar. Ahí es cuando me di cuenta de que mi corazón bombeaba la sangre directo a sus manos, y ella la bebía sedienta, mientras yo moría desangrado. Ahí es cuando me di cuenta de que yo, en realidad, jamás le importe un poco. Ahí es cuando me di cuenta de la horrible verdad, de que siempre le había apostado a la nada en forma de esperanza, de que siempre había estado solo.

Y enloquecí.

Años negros se avistaban. 

Y en ellos, la lenta re-estructuración de mi psiquis, bloque a bloque, paso a paso, en donde a un solo constructor se le encargó la construcción de un condominio completo, en donde la paga era aún mejor que todo el dinero del mundo: la tranquilidad de saber que era alguien. 
Tortuoso fue el camino, duros fueron los pasos y no todos los pedazos de vidrio espejado y cortante pudieron ser retirados de mis pies, pero decidí conservar algunos para recordar siempre que el dolor no es eterno al menos que se lo busque de esa manera. 
Luego de tanto caminar, pude decirme a mi mismo "lo estoy logrando, he encontrado un camino, solo debo allanarlo".

Lo que nunca noté, es que jamás me había puesto una meta real en todo ese allanamiento, y eso, desgraciadamente, me jugo la carta mas dura para el momento que se avecinaba, unos cuatro años después.

¿Cómo reaccionan los corazones que dicen estar sanados al ver nuevamente al cuchillo que los supo apuñalar? Yo no conozco una respuesta que no duela, pero si puedo afirmar que, cuando el corazón ya no late como antes, el dolor no se manifiesta, y uno solo puede decir que no quiere volver a sufrir, por lo cual se aleja.

Pero mi corazón fue necio, y no se alejó. Siendo aún mas estúpido, abrazó al cuchillo, y creyó en su dolor. Pero fue austero, y no abrió su amor como antes, brindando solo un poco de la luz que necesita un alma para brillar. 

Sin embargo, esa luz alcanzó para hacer brillar su reluciente filo, filo sediento que se mostraba aún manchado con mi sangre, la que clamaba con euforia recuperar.
O por lo menos, eso creí yo.
Con el tiempo pude ver que ese filo, en realidad, estaba gastado y oxidado. Había intentado cortar mas de lo que podía realmente, y sufrió las debidas consecuencias. 
Y yo abracé ese filo. 
Es aquí cuando entra en juego la carrera que he vuelto a ganar: he vuelto a aceptar sus manos tomando las mías, y he vuelto a confiar en esos ojos; he vuelto a sentir el tabaco y la miel, y he vuelto a ser destruido en un abrazo. Estas cosas eran realmente inesperadas para mi, pero jamás pude quitarle la concentración a mi cabeza, que se empeño siempre en escuchar cada una de tus palabras, para, por primera vez en toda nuestra historia, reconocer que estabas siendo sincera: estabas sufriendo. 
Luego de matarme, te han matado a ti, y curiosamente el único corazón que se dispuso a escucharte... fue aquel al cual le quitaste la vida. Jamás estuvo en tus metas volver a matarlo, pero la vida es bastarda y no iba a descansar hasta encarrilar todo lo que sobre falsas vías había corrido. Mi corazón revivió, y el tuyo le tuvo piedad, pero no estaba en sus planes abrazar al mío, como así tampoco quería perderlo, y allí es en donde aquel camino que había allanado, se transformo, sin darme cuenta, en el recorrido de la carrera que he vuelto a correr, sin siquiera saberlo, la misma que gané una vez.

La misma que he vuelto a ganar.

He vuelto a ganar la carrera, pero esta vez no iba a permitir que el dolor vuelva a aplastar mi universo. Mucho había sufrido antes por creerme muerto ante tu cosmos, pero no, no iba a volver a suceder. 

No puede matarse a aquello que jamás ha estado vivo.

Y lo que construimos, o creímos construir, jamás ha existido. Tu vida jamás ha tenido un interés real en la mía, y la mía jamás ha existido. 

Solo duelen.

Por eso, al ganar, me negué a levantar ese trofeo. Negué las desgracias en premio y, sabiendo que estaba muerto, me alejé sonriendo hacia la nada. Pero esta vez, no fue tu nada, ni la nada a la que me empujaste aquella vez.

Esta vez es mi nada, y para mi, mi nada lo es todo.



Absolutamente todo


Y ya no duele...



11 de Julio, Quilmes, Argentina.

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