30 marzo, 2017

Carta vigésima: De cuando un punto es un final.

A quien supo reconstruirme cuando ya me habían reducido a escombros.



Cansado de dar la mano y que me la estrujen con una sonrisa cínica, volátil y cargada de desencuentro, me empiezo a desesperar lenta y dolorosamente. He sido muy ingenuo, y he creído en los colores, pero estos empezaron a apagarse, generando un extraño brillo que me ha dejado ciego, cansado, vacío, estupefacto ante las vicisitudes que se me han presentado: ¿Qué estoy haciendo con mi vida?

Jugué a las cartas con ella durante mucho tiempo, cantando los resultados para verlos ganar la partida, sin jamás tener en cuenta que estaban jugando contra mi, deseosos de verme aplastado, deshecho, desnudo. 
He apostado a mi integridad, habiéndola blindado contra todo, incluso contra sus pensamientos, por lo que siempre me he visto en horas de sonreír ante todo, por mas miserable que me sienta por dentro.  
Me he desnudado ante el amor una vez mas, esperando que ella me cubra del frío de la soledad, pero he sido desollado sin la mas mínima piedad alguna, y he visto como disfrutaban hacerlo...

Y aún así he vuelto a ofrecer mis brazos.

Me he dejado pisotear por los zapatos mas pesados, esos a los cuyos cordones que yo mismo ayude a atar en su momento, se desataban para ahogarme, para dejarme sin aire y morir lentamente en vida.
Y no he reprochado mi muerte, solo la he prolongado para seguir atando esos cordones, que nunca dejaron de desatarse y jamás perdieron el apetito por mi cuello.

Los he apoyado a crecer y a unirse para destruir esas paredes que los detenía, sin imaginar que del otro lado estaba yo, vulnerable, siendo objeto y blanco principal a eliminar en la unidad que he formado.

He abierto las puertas que bloqueaban sus caminos para que me las cierren en la cara, y he ofrecido las llaves de mis aposentos para que me dejen en la nada.

Y aún así, siempre habrá una taza caliente de café en mi sala para quien desee compartir conmigo sus planes para destruirme.

He hecho, y he sido deshecho.

Pero sin embargo, he tocado los limites que mi propia cordura me ha sabido imponer. Y eso no quiere decir que el dolor y la miseria que he acumulado tras tantos años de esfuerzo pierdan su valor, porque he sido en boca de todos aquella impetuosa bocanada de aire que luego revertiría en mi nombre, porque esta vez es distinto...

Es que esta vez me he quedado solo.

Ya nadie intenta desintegrarme, porque he puesto mis ojos sobre la dirección en la que apuntas los tuyos. He puesto mis palabras sobre las impresiones que me has impreso. He puesto mi corazón sobre la luz que me has mostrado
Y es increíble como me he recargado de esperanzas con solo leer algunas de tus palabras, una mas vacía que la otra, llenándome de aromas que solo existen en los valles oníricos, en donde manifiesto mis desesperadas ganas de tomar tus manos, de pedirte, por favor, que me salves la vida.
Y nuevamente he vuelto a ser, a ser para que seas, a ser para que crezcas, a ser para que veas que el sol puede brillar, pero jamás lo hará mas que tus ojos, ser para que sientas que no hay seda mas suave que tu piel, ni calidez mas fría que tus palabras, que rápidamente han construido un camino siniestro hacia el sur, puesto frente a mis ojos...

Para ver como lentamente te alejas sin acusar señal alguna.

He vuelto a creer, incrédulo, en dejar mi miseria de lado, y he generado soledad a cambio.

Y ya no lo soporto.

¿Qué diablos estoy haciendo con mi vida? ¿Por qué no puedo quitar tu imagen de mis recuerdos? ¿Qué necesito para desaparecer de una vez por todas?

Ya no puedo seguir

Ya no quiero seguir

Ya no puedo tolerar ser y no ser, creer en descreer, esperanzarse en la desesperanza y apagarme lentamente ante la brisa que sopla en la orilla del río que tanto amabas transitar en mi cabeza. Ya no puedo seguir pavimentando este camino a mi inanidad, ni quiero seguir esforzándome en aplastar mi cabeza.

Por favor, oye mis palabras, toca mi alma una vez mas...

Te necesito, y es por eso...

Que quiero que te vayas para no volver a verte jamás...


Y así poder desaparecer en paz.


30 de Marzo del año 2017, Quilmes, Buenos Aires, Argentina.

01 marzo, 2017

Carta decimonovena: Las cosas que ya han terminado no deben volver a terminar.


Siempre que paso por aquel parque tiendo a recordar quienes éramos, quien eras, quien fui, qué fui, quienes creíamos que éramos. Una mano tomaba a la otra y el tiempo se iba, no planeaba regresar en largo rato, y sin tomarlo en cuenta, lo esperaba cual incrédulo en desgracia.

Ahora, sin caer en las mentiras, jamás pensé en volver a ver esas manecillas moverse a través de la madera redonda, clavada en la pared como si fuese a propósito, para que me mire fijo por siempre, pero sin embargo aquí estamos, el tiempo… y nosotros.

No entiendo muy bien las cosas, el reloj no planea romperse, pero yo no lo quiero ver, ¿o acaso tus ojos si quieren verlo? No puedo volver a imaginar en la dureza de tus suaves palabras si conozco el precio que debo pagar por ello, y la calidez que siempre anhele hasta poder sentirla empezó ya a quemarme.

No voy a negar que sonriera, y que cada risa fuera pura, gestando sonrisas que envidio hoy de mi propio pasado, temiendo recordarlas con su consecuente, y el triste desenlace tendiéndome a en la nada, mirando fijamente como, paso a paso, recalas en los éxitos que cosechaste, abandonando mi alma a los lobos.

Por eso es que no comprendo, no entiendo por qué tus manos se acercan nuevamente, toman las mías y me invitan a volar, si ambos sabemos muy bien que no tenemos alas, y que lo único que podemos esperar es estrellarnos contra la realidad.

Realidad que construiste para nosotros, para mí, hace tiempo, realidad de la cual decidiste salir, y a la cual pretendes regresar.

Entonces el reloj frenó su accionar, y todo se puso negro, dejando que la oscuridad que tanto disfrutabas vuelva a consumirlo todo: jamás tuviste intención de tomar mis manos, quería que tome las tuyas, te levante y te vuelva a empujar fuera de mi realidad, de nuestra realidad.


Lamento las condiciones, entonces 



Porque yo ya no soy real.




La Plata, Argentina. 2016.