Tantos
momentos encapsulados, tantas sonrisas elucubradas, tantos corazones dentro de
uno y aun así no puedo recordarte, ni siquiera ahora, que te tengo frente a mí.
Y
no puedo dejar caer una sola lagrima, porque sentiría como mis emociones
comienzan a mentirse entre sí, destrozándose unas con otras, dejando al envase
totalmente vacío e inutilizable para otra nueva función, y no es lo que quiero,
no es lo que nadie querría, aunque ello signifique no volver nunca más a ver los
ojos más bellos que vi jamás.
¿Por
qué hago esto? Sé que la confusión se presta a ser fácilmente alcanzada, pero
no puedo evitarlo, y te pido perdón por la brusquedad, pero hay una sola causa,
un solo motivo, una sola razón por la cual estoy aquí, sosteniendo tus manos,
dejando reposar tu cabeza sobre mis hombros por última vez…
Te
amo… por eso debo alejarme de ti.
Y
es que contigo doscientos años se me hacen una semana, y no hay mañanas sin
sol, sin una suave brisa que me apure a pensarte, a imaginar un camino libre
por el cual puedas transitar hasta mis brazos, con la vaga excusa de necesitar
un poco de tu calor, de tu esencia, de tu ser que tan bien me llega.
Y
fuerte me aprieta el corazón, dejando fluir un leve dolor que no podría
reconocer jamás cuando con solo ver el reflejo del universo en tus ojos
anestesia toda mi alma.
Y
ese universo es el que nos prometimos construir, solo para nosotros dos,
alejado de todo el daño que las palabras de los que ven oscuridad en donde
nosotros vemos luz pueda llegar a causar.
Luz
que cuando desperté… no existía.
Universo
al cual prometiste entrar, dejando transformar esa promesa en verbo letal,
desanimando hasta a la más intensa partícula de mi existir, dejándome ver solo,
frente al gran muro de la frustración, deshaciéndose ante mí, dejando caer sus
escombros sobre mi desahuciado cuerpo, desgarrando todos y cada uno de mis
sentimientos, dañando mi alma.
¿No
quieres que me aleje? Yo tampoco quiero hacerlo, pero mira, mira bien… ¿Alguna
vez hemos estado siquiera cerca? Una eternidad se sume sobre los días en los
que intente acercarme aún más, y mientras prometías lo mismo, dabas un paso atrás.
Y
no hay dolor que se pueda comparar al de un corazón alejándose de la vida que
lo completa, y esa vida, esa vida eras para mí.
Me
lamento de saber que nunca más volveré a ver tanta belleza en un parpadeo, pero
peor es estar ciego, y dejarme caer al abismo que, sin imaginar, hemos creado.
Lo he intentado, créeme que lo he intentado, pero
jamás vi que hayas siquiera movido un dedo por alcanzar esos sueños que
compartíamos entre palabras y palabras, entre risas y charlas sobre la vida y
la nada. Y ya no tengo fuerzas para seguir volando, porque jamás he tenido
alas, y aun así he volado para ti.
Por eso, y solo por eso, decidí retirarme de la
contienda, lo siento. No he cumplido, pero no por ello voy a suicidar mi
corazón, mi alma, mi ser…
Por ello, en mi más puro sentir, con tu presencia en
mí, dejo fluir aquello que es y no es, y perfora tan fuerte esa coraza que
jamás me ha dejado pie a resiliencia alguna, tomo aire en una gran bocanada, y lloro.
Lloro porque estando aquí, siento que no estas.
Y
a pesar de que tomo tus manos, siento frías las mías.
Y a
pesar de que tu cabeza reposa sobre mi hombro, me siento solo, ya no hay día.
Y
a pesar de que admiro tus ojos, mi alma se enfría.
Y
a pesar de que te amo, debo decirte que no puedo olvidar.
Y
a pesar de que te amo… debo decirte…
Adiós.
Anónimo.
24 de Enero del 2016, Buenos Aires, Argentina.