Aquellas pequeñas muestras de sentir, escritas bajo la nada y leídas por la voz de un completo desconocido.
23 noviembre, 2016
Otra vez
Expuesto. Puedo volver a caer. Quiero volver a caer.
Pero no quiero volver a tomar tu mano sabiendo que lo único que realmente motiva tus alas es soltar la mía.
Desde lo mas profundo de mi universo estoy dispuesto a sentir esa presión, volver a ceder en tu espacio, y perderme en la nada que generaste. Ya no le encuentro sentido a buscar, ya no quiero encontrar. ¿Recordas todos esos momentos? Has creado cientos, les has dado forma, los has moldeado y me los has entregado para que los alimente, y lo he hecho con tanto empeño que siento que jamás podrán retirarse de mi alma sin sufrir la extracción, pero lo que realmente duele es ver como, mientras yo los atesoraba, vos te empeñabas en arrojarlos lejos de todo, de destruirlos como si de cuadros viejos se trataba, y solo lograste generar mil pedazos de vidrio cayendo sobre mi.
Se muy bien que soy yo el que esta empecinado en quedarse atado, pero no puedo evitarlo, no conozco otra sensación mas que la de sentir en tanto pueda verte aunque sea falsificando esa sonrisa que tanto me cautivaba y me insinuaba a empujarte hacía donde lo necesites.
Vacío. Quiero volver a sentir.
¿Puedo volver a hacerlo?
Alejame de esos horizontes. No quiero entrecerrar los ojos, cegarme con esa luz sería imperdonable. No hay un solo motivo para que me siga mintiendo, Siempre se trato de existir, y eso es algo que no corría por tus pensamientos. Siempre creí que se trataba de vos.
Sin embargo siempre se trato de mi, y de mi falta de acción. De no poder mostrarte mis brazos, porque estaban ocupados intentando proteger lo que me habías dado, y al mismo tiempo tratando de crear, de generarte para que generes en mi, de creer.
Pero vos nunca me viste intentándolo.
24 septiembre, 2016
Los versos irreparables: Solo, caminar.
Jugamos mucho tiempo al ir y venir, y lejos de tus manos me sentí lleno. Quizás porque me empeñe en hacerte caso cuando me decías que luche por esto, mientras un aluvión de inseguridad y tristeza destrozaba mis brazos. O quizás porque, mientras una parte de mi quedaba sepultada bajo los escombros del intento, vos caminabas hacia la puerta de salida, sin jamas preguntarle a mi alma si las promesas habían valido algo, o si algo debía valer, al no haber querer en el sentido en el que se orientaban tus pasos.Pero no es cuestión de lamentarse o de mirar atrás, porque hacia donde gire mi cabeza, sera siempre adelante, aunque lo único que vea fuese tu sombra, proyectándose desde he decidido no volver a mirar.
Aunque mirar esa sombra solo me acate a mil dolores.
He intentado honrar mis sueños haciéndome al costado del rió que he creado, apretando mis manos contra mi cabeza, como queriendo expulsar recuerdos que, impolutos, yacen allí esperando a que los destape nuevamente, que los deje salir para que se estrellen contra mi nueva realidad, sangrando gotas de dolor en el proceso. Y estoy preparado ello, porque no es la primera mano que toca mi rostro, ni la primera palabra que me acaricia el alma; no es el primer calor que me acompaña, ni el primer dolor que atañe mis espejos. Este cuento escrito por quienes no creen, no olvidan.Y así, ante mi, han pasado manos y caricias, besos y pericias en lo mas profundo de mi alma, dejando un viejo cofre de madera y hierro oxidado, totalmente lleno de momentos, momentos que quisiera recordar por siempre, y a la vez borrar, para no volver a verlos jamas.
He contenido la presión, me he arrodillado y he vuelto a contener la presión. Pero ahora he explotado.
Y el fuego arde, dejándome caminar solo hacia el adelante que yo mismo me he propuesto a ver, sin importar a donde me lleve. Porque al fin y al cabo, la vida es efímera, y no quiero gastar este instante deseando que el cariño pare con el sangrado, torniquete de mi alma.Toma mi fuerza, y ayúdame a salir de tu corazón.
No quiero volver a entrar.
No quiero volver a reír, si se que luego voy a llorar.
Solo quiero desaparecer
Y volver a nacer.
Aunque mirar esa sombra solo me acate a mil dolores.
He intentado honrar mis sueños haciéndome al costado del rió que he creado, apretando mis manos contra mi cabeza, como queriendo expulsar recuerdos que, impolutos, yacen allí esperando a que los destape nuevamente, que los deje salir para que se estrellen contra mi nueva realidad, sangrando gotas de dolor en el proceso. Y estoy preparado ello, porque no es la primera mano que toca mi rostro, ni la primera palabra que me acaricia el alma; no es el primer calor que me acompaña, ni el primer dolor que atañe mis espejos. Este cuento escrito por quienes no creen, no olvidan.Y así, ante mi, han pasado manos y caricias, besos y pericias en lo mas profundo de mi alma, dejando un viejo cofre de madera y hierro oxidado, totalmente lleno de momentos, momentos que quisiera recordar por siempre, y a la vez borrar, para no volver a verlos jamas.
He contenido la presión, me he arrodillado y he vuelto a contener la presión. Pero ahora he explotado.
Y el fuego arde, dejándome caminar solo hacia el adelante que yo mismo me he propuesto a ver, sin importar a donde me lleve. Porque al fin y al cabo, la vida es efímera, y no quiero gastar este instante deseando que el cariño pare con el sangrado, torniquete de mi alma.Toma mi fuerza, y ayúdame a salir de tu corazón.
No quiero volver a entrar.
No quiero volver a reír, si se que luego voy a llorar.
Solo quiero desaparecer
Y volver a nacer.
Buenos Aires, 2012
13 agosto, 2016
Los versos irreparables: el dolor del recuerdo
No te darías cuenta jamás de los
gritos desgarradores que nacen de mí desesperada imagen y que atropellan tu
cara, sin piedad alguna, dejándote sin siquiera un rasguño, una marca, nada. Y
todo debido a esa tan molesta costumbre de sonreírme siempre.
No podrías jamás intentar
comprender comprender la oscuridad de los ojos de nadie, porque nada es
superior a tu conformismo idealizado, en donde jamás vas a conocer la soledad,
porque tendrás tu propia compañía acogiéndote en las tinieblas que vos mismo
engendraste y al cual no dejas pasar a nadie sin corazón, razón por la cual
jamás nadie ha entrado.
Has arrancado del pecho de su
dueño todo corazón que se te ha acercado, y te has deshecho de ellos de las
formas más crueles que pueden ser imaginadas.
Y uno de esos corazones era el mío…
Aún recuerdo el momento preciso
en el que la guillotina cayó sobre mi cabeza, echándola a rodar por los rastrojos
del suelo, perdiendo el control sobre el resto de mi cuerpo, cediendo ante tus
deseos más infames, sumiéndome en un laberinto de dolor incalculable, pero no
el dolor de no poder resistir las nieblas de no tenerte, sino el dolor de saber
que, estando a tu lado, la tierra se parte en dos, acercándote más y más, y en
el proceso, arrojándome al abismo, alejándote más y más.
Y huí, corrí despavorido al caer
en la cuenta de habías reducido toda mi persona a una mera herramienta de
banalidad y contención, pero no importaba hacía donde lo hiciera, todos los
muros tenían tu aroma, y quien me perdona esta sentencia, pestilente sensación de
paz al lado de tu recuerdo, que me libera incluso cuando me atosiga de tristeza,
hundiéndome en el silencio.
Y el silencio provenía de mi alma.
Nunca vas a poder comprender el
dolor que tengo que manejar gracias a tus presencias, porque solo mirándome todo
mi sistema se altera, y te muestra a quien no existe, respondiéndote con una
sonrisa tan dolorosa que incluso un ciego podría describir, y que sin embargo
te alcanza para continuar con tus metrajes de obscenidad aplastante que desean
desesperadamente la eternidad de mis aplicaciones como utilidad, descartando
por completo las naturales funciones de mis sentimientos, pisoteados por las
suelas de tus zapatos, porque lo que ves es a quien yo creo para no perder,
porque en el fondo ya no queda nade de mí, como si no cediera ante las dagas
que ya tengo clavadas en mi cuerpo, marcándome y desangrándome hasta liberar todo
el espacio corpóreo de mis venas, que se rellenaran lágrimas de odio y de
tristeza.
Y esas lágrimas has secado con
tus manos.
El dolor de no poder olvidar
consume lentamente lo que queda de mi alma, y pareciera no importarte. Vacío,
derrotado, dormido me encuentras, pretendiendo que me levante, solo para
volverme a tirar, solo por el placer de verme caer como si fuera un edificio de
papel, yaciendo a tus pies, esperando por tus brazos.
Y esos brazos, esos fríos brazos,
espero no vuelvan a acercarse a mi jamás.
Porque desde hoy ya no soy un
número.
Soy nadie.
Soy nada.
Pero aún soy.
Buenos Aires, Argentina. 2005.
13 junio, 2016
Carta decimoctava: Incompleto.
A veces veces puedo sonar un poco confuso, lo tengo bien claro. Solo necesito verte fruncir el ceño por sobre esa clásica sonrisa mareada, para luego dejar caer esos pliegues y dejar que un pequeño estallido salga de tu boca, como si quisieras callarme, pero oyéndome. No me preocupó jamas el hecho de no saber explicarme con las letras, pues siempre que he necesitado decirte algo, solo tuve que golpear las puertas de tus ojos con los míos, para que dejes entrar ese río de sensaciones que siempre cumple con su trabajo, y la retribución siempre solía reírse, cuando las luces abrían el jolgorio, frenarme y hasta golpearme cuando las rocas caían, abrazarme cuando el filo dolía... Y de todos modos, siento que jamás te he dicho ni una sola cosa sobre mi.
¿Realmente formamos parte del mismo universo? Es decir, jamás me había sentido tan escuchado, tan repetido, tan admirado en la vida como cuando nuestro éter se dispara, pero a la vez, jamás me había sentido tan vacío, tan extraño, tan abandonado, tan solo como cuando tu presencia desaparece de mi órbita, como si fueras parte de otros mundos, y solo accedieras a pisar el mismo suelo que yo para mostrarme algo, pero no se qué.
¿Puedo aferrarme tanto?, ¿Por qué me cuesta tanto imaginarme? He llegado al punto de no querer abrir el portón, cruzar el umbral y caminar, de poder concebirme cada segundo sin castigarme por algo que no hice, porque se que no lo hice, yo jamás te hubiese pedido que te vayas, y sin embargo, incluso estando acá, a mi lado, lo hiciste.
Tu dibujo llena con color la tinta negra que mancilla mis cuadernos de bocetos, que veo en blanco por mas que haya rastrillado con cierta violenta pasión cada centímetro de su existencia, y no puedo mas que seguir invadido de queja, porque me duele, y me duele mucho tener que imaginarte, pero me duele aún mas tenerte a mi lado, y a la vez no reconocerte, no poder hacerte coincidir con los dibujos que mi ya penosa alma golpea sobre los cuadernos de bocetos de mi presencia. ¿A dónde te has ido?, ¿Por qué te has ido?, ¿Por qué no te siento cuando te abrazo?, Porque cada segundo en el que mi cuerpo contiene al tuyo, se siente vacío, como si abrazara al entero universo, sabiendo bien que la nada misma lo abarca por completo.
Si alguna vez te soné confuso, imagino que ahora pasaré a ser ilegible, pero me duermo con la esperanza de que vos, ese vos que solía pedirme que no la haga pasar vergüenza en la fila de espera de la estación de colectivos de Constitución, ese vos que se reía y jugaba con mis manos, para evitar que te hagan cosquillas, ese vos que me mostraba que no había océano mas grande que sus lágrimas, y que me pedía que la abrace sin motivo alguno cuando el silencio se ocupaba de amedrentar a quienes nos rodeaban en donde los ruidos de los autos y el bullicio de la gente corrían como moneda corriente... Me duermo con la esperanza de que ese vos solo haya estado en una distracción, y que se avive de que acá hay un hueco, acá, en mi pecho, que necesita de su luz para volver a rellenarse, para volver a latir.
Ya no me interesa saber si sos real o una fantasía, si por donde sale el sol, también tu sonrisa nacía. No me importa de donde venís, ni tampoco hacia donde vas, solo necesito verte fruncir el ceño, sonreír y dejarte destrozar mi mundo como cuando solíamos respirarnos.
Solo te necesito a vos.
Ni siquiera a mi.
Solo a vos.
¿Realmente formamos parte del mismo universo? Es decir, jamás me había sentido tan escuchado, tan repetido, tan admirado en la vida como cuando nuestro éter se dispara, pero a la vez, jamás me había sentido tan vacío, tan extraño, tan abandonado, tan solo como cuando tu presencia desaparece de mi órbita, como si fueras parte de otros mundos, y solo accedieras a pisar el mismo suelo que yo para mostrarme algo, pero no se qué.
¿Puedo aferrarme tanto?, ¿Por qué me cuesta tanto imaginarme? He llegado al punto de no querer abrir el portón, cruzar el umbral y caminar, de poder concebirme cada segundo sin castigarme por algo que no hice, porque se que no lo hice, yo jamás te hubiese pedido que te vayas, y sin embargo, incluso estando acá, a mi lado, lo hiciste.
Tu dibujo llena con color la tinta negra que mancilla mis cuadernos de bocetos, que veo en blanco por mas que haya rastrillado con cierta violenta pasión cada centímetro de su existencia, y no puedo mas que seguir invadido de queja, porque me duele, y me duele mucho tener que imaginarte, pero me duele aún mas tenerte a mi lado, y a la vez no reconocerte, no poder hacerte coincidir con los dibujos que mi ya penosa alma golpea sobre los cuadernos de bocetos de mi presencia. ¿A dónde te has ido?, ¿Por qué te has ido?, ¿Por qué no te siento cuando te abrazo?, Porque cada segundo en el que mi cuerpo contiene al tuyo, se siente vacío, como si abrazara al entero universo, sabiendo bien que la nada misma lo abarca por completo.
Si alguna vez te soné confuso, imagino que ahora pasaré a ser ilegible, pero me duermo con la esperanza de que vos, ese vos que solía pedirme que no la haga pasar vergüenza en la fila de espera de la estación de colectivos de Constitución, ese vos que se reía y jugaba con mis manos, para evitar que te hagan cosquillas, ese vos que me mostraba que no había océano mas grande que sus lágrimas, y que me pedía que la abrace sin motivo alguno cuando el silencio se ocupaba de amedrentar a quienes nos rodeaban en donde los ruidos de los autos y el bullicio de la gente corrían como moneda corriente... Me duermo con la esperanza de que ese vos solo haya estado en una distracción, y que se avive de que acá hay un hueco, acá, en mi pecho, que necesita de su luz para volver a rellenarse, para volver a latir.
Ya no me interesa saber si sos real o una fantasía, si por donde sale el sol, también tu sonrisa nacía. No me importa de donde venís, ni tampoco hacia donde vas, solo necesito verte fruncir el ceño, sonreír y dejarte destrozar mi mundo como cuando solíamos respirarnos.
Solo te necesito a vos.
Ni siquiera a mi.
Solo a vos.
Anónimo.
30 de Enero del 2014, Quilmes, Argentina.
23 enero, 2016
Carta decimoséptima: Adiós
Tantos
momentos encapsulados, tantas sonrisas elucubradas, tantos corazones dentro de
uno y aun así no puedo recordarte, ni siquiera ahora, que te tengo frente a mí.
Y
no puedo dejar caer una sola lagrima, porque sentiría como mis emociones
comienzan a mentirse entre sí, destrozándose unas con otras, dejando al envase
totalmente vacío e inutilizable para otra nueva función, y no es lo que quiero,
no es lo que nadie querría, aunque ello signifique no volver nunca más a ver los
ojos más bellos que vi jamás.
¿Por
qué hago esto? Sé que la confusión se presta a ser fácilmente alcanzada, pero
no puedo evitarlo, y te pido perdón por la brusquedad, pero hay una sola causa,
un solo motivo, una sola razón por la cual estoy aquí, sosteniendo tus manos,
dejando reposar tu cabeza sobre mis hombros por última vez…
Te
amo… por eso debo alejarme de ti.
Y
es que contigo doscientos años se me hacen una semana, y no hay mañanas sin
sol, sin una suave brisa que me apure a pensarte, a imaginar un camino libre
por el cual puedas transitar hasta mis brazos, con la vaga excusa de necesitar
un poco de tu calor, de tu esencia, de tu ser que tan bien me llega.
Y
fuerte me aprieta el corazón, dejando fluir un leve dolor que no podría
reconocer jamás cuando con solo ver el reflejo del universo en tus ojos
anestesia toda mi alma.
Y
ese universo es el que nos prometimos construir, solo para nosotros dos,
alejado de todo el daño que las palabras de los que ven oscuridad en donde
nosotros vemos luz pueda llegar a causar.
Luz
que cuando desperté… no existía.
Universo
al cual prometiste entrar, dejando transformar esa promesa en verbo letal,
desanimando hasta a la más intensa partícula de mi existir, dejándome ver solo,
frente al gran muro de la frustración, deshaciéndose ante mí, dejando caer sus
escombros sobre mi desahuciado cuerpo, desgarrando todos y cada uno de mis
sentimientos, dañando mi alma.
¿No
quieres que me aleje? Yo tampoco quiero hacerlo, pero mira, mira bien… ¿Alguna
vez hemos estado siquiera cerca? Una eternidad se sume sobre los días en los
que intente acercarme aún más, y mientras prometías lo mismo, dabas un paso atrás.
Y
no hay dolor que se pueda comparar al de un corazón alejándose de la vida que
lo completa, y esa vida, esa vida eras para mí.
Me
lamento de saber que nunca más volveré a ver tanta belleza en un parpadeo, pero
peor es estar ciego, y dejarme caer al abismo que, sin imaginar, hemos creado.
Lo he intentado, créeme que lo he intentado, pero
jamás vi que hayas siquiera movido un dedo por alcanzar esos sueños que
compartíamos entre palabras y palabras, entre risas y charlas sobre la vida y
la nada. Y ya no tengo fuerzas para seguir volando, porque jamás he tenido
alas, y aun así he volado para ti.
Por eso, y solo por eso, decidí retirarme de la
contienda, lo siento. No he cumplido, pero no por ello voy a suicidar mi
corazón, mi alma, mi ser…
Por ello, en mi más puro sentir, con tu presencia en
mí, dejo fluir aquello que es y no es, y perfora tan fuerte esa coraza que
jamás me ha dejado pie a resiliencia alguna, tomo aire en una gran bocanada, y lloro.
Lloro porque estando aquí, siento que no estas.
Y
a pesar de que tomo tus manos, siento frías las mías.
Y a
pesar de que tu cabeza reposa sobre mi hombro, me siento solo, ya no hay día.
Y
a pesar de que admiro tus ojos, mi alma se enfría.
Y
a pesar de que te amo, debo decirte que no puedo olvidar.
Y
a pesar de que te amo… debo decirte…
Adiós.
Anónimo.
24 de Enero del 2016, Buenos Aires, Argentina.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)