Y es que ya mi alma decidió partir, apuesto mi nula existencia a su razón, ese deseo inquebrantable de volverse a topar con tu esencia y, de esa manera, volver a ser uno.
Y es que, en su eterno egoísmo, mi alma se olvido de mi, y me dejo aquí, totalmente desolado, y atrapado en este recinto de huesos y piel, vacío de cualquier sensación, transformándome en esto que se mueve hacia ningún lugar, choca con las paredes del llanto y vocifera casi mudo que ya no es nadie, y que ser nada lo abruma, y nadie lo nota, nadie jamas lo va a notar.
Siento como mis pulmones se acercan a sus últimos esfuerzos; mi corazón ya no late para alimentar un cuerpo, y esta dispuesto a parar, como ya lo ha hecho antes, cuando paró por primera vez.
No recuerdo cuando sucedió, ni como fue que pasó, pero eso no tiene valor, no tiene importancia ahora. De hecho, ya nada lo tiene, y por mas que ya no sienta, como si las incoherencias que me absorben cobraran vida y se dedicaran a hacer de mi vida una eterna ironía, eso me despierta y me pone a funcionar una vez mas. Y, con mis ojos ciegos, y mis mudas palabras, te observo y te recuerdo, si, ¡Te recuerdo!. Te recuerdo como lo supe hacer antes, tiempo antes de tu viaje, cuando aún en las mas frías noches podías decirme "dulces sueños"; cuando aun podía decirte "te quiero", luego de cada abrazo inesperado. Cuando no hacía falta ni siquiera decir una palabra para mostrarte mis sentimientos mas profundos, y, en austera presencia, sentir como me brindabas tus últimos calores para así poderme ver sonreír una vez mas.
Con lagrimas en mi rostro congelado por la frialdad de mis acciones, te veo y sonrío: ya no estas mas sentada a mi lado, pero yo allí te veo, acariciando mis manos, susurrándome al oído "ya pronto, mi amor. Ya pronto", y la impaciencia, el ansia de volver a reposar mi cabeza en tu pecho, de volver a sentir tus brazos cálidos protegiéndome de todo mal, de volver a, de volver a sentirte... es cada vez mas, y mas fuerte. Ya pronto, amor, ya pronto volveré a mirarte a los ojos, solo para cerrarlos y dejarme llevar por tu ser, hacia todos esos cielos que nos prometimos pintar.
He vivido años sin tu presencia a mi lado, y todo ese sentido cobrado se desvaneció. He caminado largos empedrados y jamas a ningún lado he llegado a arribar. Y es que desde ese día he vivido muerto, pues cuando caíste, mi arma apunto a mi cabeza, y cuando cerraste tus ojos, tus preciosos ojos por ultima vez, y sin darme cuenta, yo... ya había gatillado.
Anónimo.
24 de agosto del 1990, Buenos Aires, Argentina.