Sepa usted, mi buen amigo, que no ha tomado la mano
equivocada cuando, por mero respeto y cordialidad, la ha estrechado con la
suya. No, mi buen amigo, no lo ha hecho. Esa mano, esa bella mano era, en
efecto, la que tenía que estrechar, la que seguramente se ha desvanecido en
tantos años en los cuales ese simple contacto se ha reemplazado por la suave
cobija de un abrazo, o el humano calor de un tierno beso en la mañana; el pícaro
juego de dos miradas cruzándose, o el tierno coqueteo de un par de dedos deslizándose
con gracia sobre aquel rostro, el rostro mas bello que has visto, sin dudas. Aquel
simple contacto que, por mas olvidado que estaba en aquellos momentos, hoy
tanto añora de vuelta, aunque no sea por mas que unos míseros segundos,
segundos que en lo mas profundo de su alma, seguramente valen eones e incluso
mas.
Y es que el amor nunca se desvanece como uno lo crea, porque
el recuerdo persiste, mi buen hombre, y persiste como su nombre lo dice, como
recuerdo, solo que la gente ha luchado contra si misma durante incontables
horas de sus vidas, negando dejar tan bellas capturas en aquel viejo anaquel en
el cual suelen guardarlos con ese nombre.
Y allí pecan de errar, querido amigo.
¿Son acaso olvidados como recuerdos? No, mi buen hombre, no serán
olvidados jamás, porque esos recuerdos son la viva esencia de su ser.
Entiéndalo, esos recuerdos son usted mismo, y borrarlos de
su ser, seria borrar una parte de usted mismo que, en tantos años de paz, ha
crecido, madurad, se ha reído y ha llorado, se ha visto caer y ha sabido poder
levantarse ante las mas crueles de las adversidades.
Y todos estos instantes han sabido florecer a su lado,
gracias a que usted ha decidido estrecharle su mano.
Y aunque ella ya no este aquí, a su lado, una parte de su
esencia no solo vive dentro de su corazón, sino que forma parte de el, y aflora
con cada latido que, en su incesable conteo, guía su camino con mas seguridad y
pasión que el día anterior.
Por eso le digo, con total seguridad, de que ella era para
usted, y usted para ella, por esos momentos.
Y ya no es así, pero, ¿Sabe? El corazón jamás se rinde, y
por más que hoy en día usted piense que aquel viejo retrato luce mejor en mil
pedazos, su corazón tomara pieza por pieza y volverá a dejarlo como estaba,
como nunca ha dejado de estarlo, realmente, porque en su alma vive, y nunca va
a morir.
Dígame, ¿Realmente quiere deshacerse de esa parte de usted?,
Estoy seguro de que no lo desea. Estoy seguro de que no puede.
Estoy seguro de que usted aun ama, pero estoy aún mas seguro
de que usted puede volver a sonreír.
Amigo, levante su cabeza, mire al horizonte, y sepa que
puede conquistarlo.
Mire, observe al mundo… el mundo es suyo.
14 de Febrero, 1873 - Azul, Buenos Aires.
Anónimo.